Paradojas (II)
Por fin se han percatado algunos del indudable nacionalismo radical, cívico y democrático (no, no les hablo de Argentina) que supura Ciutadans per Catalunya. Bienvenidos al juego. IC-V encontró, para destacarse, el ecologismo urbanita. Arcadi y Azúa, la doble A, prefieren el best-seller: azote al nacionalista periférico, con borde izquierdista liberal (?) e intelectual. Podrían ganar las elecciones si sólo votaran los internautas, rojo-nacionales, o los ciudadanos corrientes del resto de España. Pero, ¡ay!, son misioneros. Y Cataluña es tierra de misión para la Buena Nueva Nacional: España existe, y mola más que otras identidades. Muy acertado Arcadi al identificar religión con nacionalismo. Dostoyevski, o su personaje, pensaba que la creencia en un Dios retributivo ere la garantía de la ética personal y la moralidad social. Ahora creemos que una comunidad imaginada nos hace más responsables y obedientes con las leyes. Y mejora la convivencia. Bueno, hasta que se inventaron las uniones de hecho.
¿A qué es refrescante ser nacionalista como Carod o Maragall, Bono o Vidal-Quadras, Acebes o Blanco, Zapatero o Rajoy?
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