viernes, febrero 29, 2008

Homoiousios

En pleno debate teológico sobre la Idea, ciertas agresiones verbales a la convivencia han jalonado la campaña de Dolors Nadal, María San Gil y Rosa Díez, en Barcelona y Madrid, las dos ciudades populosas de las Españas. Sin duda, los inquisidores mediáticos fueron a la condena, no de autores y cómplices, demasiado idiotas para actuar espontáneamente a pesar de todo, sino a, claro, cómplices, encubridores y -neologismo ex ley de partidos- minimizadores. Todos ellos recibieron no únicamente la expulsión al rechinar de dientes, como el que algunos descerebrados pretendían reducir a varias candidatas conferenciantes, sino la indeleble culpa de ideas malsanas, definidas por oposición a las de aquellas, por océanicas que fueran.

¿Nuevo victimismo, entonces?

En absoluto, Porque en las tinieblas del Pacto Antiterrorista subyace una serie de charlas de Ibarretxe, el Otro, devenidas en similares actos reprobables de intolerancia. Las conclusiones, en cambio, fueron nicenas. Años después, el medio se ha autoinculpado. Quizá no era consciente. A lo peor, sí:


"No puede haber democracia sin reconocimiento del adversario como demócrata. Los intentos de boicotear mítines electorales del PP en las autonómicas catalanas de 2006, los zarandeos e insultos compartidos por el entonces ministro Bono y la entonces eurodiputada socialista Rosa Díez en una manifestación por la unidad en defensa de las víctimas de ETA, son, entre otros muchos del mismo carácter, comportamientos infames. También lo es anegar la condena reglamentaria en un mar de considerandos de los que se deduce que, en el fondo, los agredidos se lo merecían."
(Editorial de El País, 20 de febero de 2008)

"El lehendakari tiene todo el derecho a explicar libremente su plan soberanista dentro y fuera de Euskadi. Sería muy deseable que los vascos que se oponen a ese plan también tuvieran la misma oportunidad de criticarlo abiertamente en su propia tierra, sin miedo a broncas ni represalias (...)

Y en el resurgimiento del viejo nacionalismo españolista, que niega la diversidad de este país, tiene mucho que ver la obstinación del nacionalismo vasco -el violento, pero no sólo- en mantener una actitud de confrontación permanente (...)

Durante años el PNV ha mostrado poca sensibilidad para los miles de vascos que malviven en Euskadi hostigados y amenazados de muerte. Eso podría llevar a algunos a alegrarse de que Ibarretxe haya sufrido en Granada la misma pócima que sufren tantos vascos en su propia tierra."
(Editorial de El Pais, 24 de octubre de 2003)

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