Preocupaciones cotidianas, preocupaciones normales
Mucho se ha comentado de la propensión del nacionalismo a situar la identidad (colectiva) como clave de la existencia (también colectiva) de los ciudadanos aquejados de realidades prosaicas y modestas (y prosaicas en tanto que modestas).
El Señor Rajoy, envalentonado defensor de los símbolos y lealtades absolutas, dedica unas migajas de su tiempo a las ineficiencias de la red de transportes y, sin embargo, declaraciones de portada cada tres días acerca de lo grave que es la no consideración debida a la idea conceptual en que se basa su política. Según el manual del buen ciudadano, es un nacionalista irredento. Ataquemos la nacionalidad española, pues.
P. EJ.: ¿Alguien conoce algún país del mundo o del planeta donde una persona no pueda dirigirse a su Administración o recibir clases en su idioma? ¿Creen ustedes posible que esto pueda suceder en Francia? ¿Ustedes creen que en Francia alguien no puede estudiar el francés? ¿Conocen algún alemán que no pueda estudiar el alemán? (5 de octubre de 2007)
Aparte del capcioso el por en, queda un claro Frankfurt. El posesivo es del Estado, no del individuo. Vascófonos y catalanoparlantes no pueden usar en igualdad su lengua española ante las instituciones de Francia.
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